Social-tellers, la capacidad de contar historias responsables

REGRESA

El uso excesivo del término Responsabilidad Social Empresarial, y con frecuencia describiendo conceptos dispares, ha puesto en riesgo la dilución de su significado al punto de convertirlo en tres siglas que adornan las presentaciones de compañías. Afortunadamente, quizá en buena media por la intervención del Parlamento Europeo en su definición y lineamientos, ha logrado trascender, profesionalizarse y convertirse en un pilar de la estrategia de negocio y operación, de compañías y organismos de alcance global.

Instituciones como la Organización Internacional del Trabajo, la OCDE y hasta Naciones Unidas, se han pronunciado en torno a la importancia de contar con principios de política social en las empresas. Además, en un contexto globalizado, el compromiso de cualquier organización tiene que responder también a sus diferentes territorios, sin perder su propia identidad. En estricto sentido, se ha definido a la Responsabilidad Social Empresarial como la “contribución activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y ambiental por parte de las empresas”. Sin embargo, una estrategia de esta naturaleza tiene que trascender a la mera buena voluntad, tratándose de una práctica que ha evolucionado con la propia sociedad, con sus necesidades, retos y demandas. Se trata de una práctica que pasa por derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Que lleva intrínseca la contribución a generar entornos de equidad, combatir la discriminación y la protección de grupos vulnerables. Debe sumar de manera tangible a eliminar las desigualdades que afectan, sobre todo, a las mujeres y las personas con discapacidad.

Pero ¿sobre quién debería recaer la gestión de la RSE?

Si bien son las grandes empresas quien en principio pueden asignar más recursos (humanos y materiales) a ello, no debería ser una práctica privativa. Todo organismo está en posibilidad de hacerlo, de marcar una diferencia y una mejora para su entorno. Lo que conlleva a un trabajo compartido, con los empleados, los aliados estratégicos, las autoridades y la propia comunidad.Es entonces clave vincular los principios de Responsabilidad Social Empresarial al núcleo de la actividad primaria de la organización, no sólo por la capacidad que esto brindará de multiplicar el efecto de las acciones, sino porque la experiencia permitirá implementar algo concreto, que cada esfuerzo, inversión, iniciativa se vean reflejados en resultados tangibles, medibles y progresivos.

Hoy, la exigencia internacional está también en poner énfasis en pasar de procesos a resultados, logrando una contribución medible y transparente. Comunicar de manera eficiente y vinculatoria un plan de Responsabilidad Social Empresarial no sólo permite sumar a la construcción de la reputación de una organización, también convoca a la suma de esfuerzos. Cuando logramos que los públicos se identifiquen con nuestra causa, nuestro objetivo y nuestra última misión de mejoramiento social, abrimos también la puerta a su contribución. Mientras más alcance y eco tenga un plan de Responsabilidad Social Empresarial, más visibilidad sus promotores y las compañías detrás de ellos, más factible será tocar a quien se sienta identificado con la causa y sumar para conseguir los resultados tangibles que transformarán un plan en hechos. Más allá de solo contar lo que hacemos, mostrar nuestros logros y sentirnos orgullosos de nuestra propia responsabilidad (social), una estrategia de comunicación eficaz tendrá que contagiar del entusiasmo y sumar participantes. Construir esa historia de la mano de todos quienes compartan nuestro compromiso y que serán jueces de nuestro auténtico alcance.

Se trata de analizarnos y entendernos, construir un plan alcanzable y contar nuestra mejor historia.

Autor – Georgina Vázquez