Controlar la información: la regulación del lobby

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El lobby no es una nueva actividad. Si bien el término comenzó a utilizarse realmente durante el siglo XIX, siempre han existido grupos de presión abogando por intereses propios o ajenos  frente a aquellos que tienen a su cargo la toma de decisiones. De esta forma, estos grupos podían influir o persuadir a políticos, legisladores o mandatarios para que sus intereses sean tenidos en cuenta, lograr beneficios por sobre sus competidores o posicionarse de mejor manera frente a algún conflicto.

La evolución del estado, el crecimiento de las corporaciones y la globalización dio por resultado también en una multiplicidad de nuevos actores, de más informaciones, de más interés y por ende, de mayor competencia.  En este nuevo escenario es que empezó a crecer la actividad del lobby, de manera informal pero de forma sostenida.

Para hacer frente a la enorme maquinaria estatal, las empresas necesitaban a alguien que se pueda mover con facilidad en ese mundo, que tuviese la capacidad de generar relaciones de confianza con las personas encargadas de tomar las decisiones con un simple objetivo: conseguir  y transmitir información. La gran cantidad de actores involucrados, la interminable burocracia y las apretadas agendas, tanto de funcionarios como de los empresarios, potenció la actividad del lobby como una herramienta de comunicación donde las empresas no solo necesitaban transmitir sus interés, sino aún más importante, conocer las intenciones de los gobernantes para aplicarlas en beneficio de su negocio.

El crecimiento desmedido de esta actividad empezó a tener repercusiones negativas: escándalos  de corrupción, acusaciones de tráfico de influencias y funcionarios que respondían a los intereses de grandes corporaciones haciendo a un lado su verdadero objetivo: velar por el bien común. A causa de estos problemas, la gente comenzó a ver al lobbista con cierta sospecha, como un personaje oscuro y poco confiable.

Buscando evitar estas prácticas, muchos a países comenzaron a buscar formas de regular al lobby, formalizarlo y reconocerlo como un eslabón más en la cadena de toma decisiones.  La creación de registros de regalos y presentes a funcionarios, el control de las visitas que reciben y hacer pública esta información, fueron algunas de las medidas adoptadas por algunos países  europeos. Lo mismo sucedió en Estados Unidos donde se reconoce al lobby como una actividad de la esfera pública cuya práctica es cada vez más recurrente en las democracias modernas.

En el caso de la Argentina, durante este año el Congreso Argentino debatirá una Ley de Gestión de Intereses. Esta ley, similar a las que existen en los Estados Unidos y en la Unión Europea, tiene como principal objetivo regular la actividad, brindar transparencia a estas prácticas y evitar la competencia desleal reconociendo a la acción del lobby como una forma profesional de ejercer la libre participación política para incidir en el proceso de toma de decisiones de los actores e instituciones políticas de un país. La información es poder, y el poder sin control siempre es malo.

Author – Facundo Echagüe