Gig economy, comunicar transformaciones

REGRESA

Pagar por un viaje en auto, rentar un bien inmueble o pedir comida a domicilio son actividades que han cambiado radicalmente desde la introducción de las apps y los smartphones. La practicidad, rapidez e incluso los precios competitivos que ofrecen son los atractivos más evidentes para comunicar a los usuarios. Sin embargo, como no son servicios realizados por un chofer, un repartidor o un recepcionista bajo esquemas tradicionales, sino por individuos que buscan un ingreso adicional (en la mayoría de los casos), existe un tema que permitiría ampliar el público y el tipo de espacios hacia los cuales encaminar la comunicación, a saber, la transformación producida en los servicios de transportación, repartición y hospedaje; con el objetivo claro de fortalecer la confianza y empatía entre usuarios, prestadores de servicio y el mercado en general.

Gig fue un término popularizado en la década de los cincuenta del siglo XX por los originales hipsters que hacía referencia a una actividad realizada fuera de la cotidianidad y acartonamiento de la vida laboral de la clase media estadounidense de la postguerra. En nuestra época, dicha esencia se ha mantenido ya que detrás de las compañías que participan en la economía colaborativa (como también se le conoce) se encuentra el espíritu de emprendimiento y ruptura con ataduras, que románticamente recuerda al gig que músicos y escritores de la generación beat realizaban, generando, además, un sentido de pertenencia e identidad que se puede explotar en la comunicación actual.

Casos de éxito de plataformas abundan en los medios; pero poco escuchamos de la vida diaria de los socios de las apps más populares, y eso debería ser fundamental ya que la construcción de la confianza inicia en el conocimiento. Asimismo, las buenas relaciones con reguladores, usuarios y los agentes del mercado se basan en la creación de historias que todos podamos identificar: el abuelo que entiende las nuevas herramientas y ha vuelto a la vida laboral con un coche, el tío que en momentos de premura económica ha aprovechado su patrimonio y ha abierto las puertas de su hogar a otros usuarios. Más allá de testimoniales podemos crear narrativas sobre cambios profundos que nos benefician y que cambian la manera en que vivimos en las ciudades globales.

Las personas son atraídas al modelo de negocio de esta economía gracias a la flexibilidad de horarios y a la posibilidad de ser sus propios jefes; sin embargo, esta configuración del empleo requiere de una conversación más profunda que explique cómo el proceso global de transformación tecnológica es incluyente y seguro. Se puede hablar de la creación de comunidades unidas por el ideal de independencia laboral, y contar historias de emprendedores que buscan en la tecnología actual un medio para abrirse camino en la vida.

El público al que debe dirigirse el mensaje tampoco debe darse por sentado, los jóvenes de entre 20 y 35 años pueden ser el grupo en el que inmediatamente se piensa; sin embargo, los boomers poseen los medios para convertirse tanto en usuarios como en socios, ya que cuentan con las propiedades y el tiempo suficiente para involucrarse de lleno. Acercarse a este grupo modifica los medios y los mensajes que se deben emplear en la comunicación. En Estados Unidos, por ejemplo, se reportó que una de las principales plataformas de transportación vehicular cuenta con más conductores mayores de 50 años en comparación con aquellos menores de 30, asimismo ese grupo representa cerca de una cuarta parte del total de sus socios.

La economía Gig ofrece ventajas innegables para el usuario en términos de la experiencia de uso; sin embargo, la transformación que estamos presenciando nos permite ir más allá en la construcción de reputación de las marcas ya que podemos adelantarnos o incluso enfrentar debates complicados con reguladores o competidores tradicionales si remarcamos las bondades y cualidades positivas que tienen para diversos sectores de la sociedad al ser una opción para generar ingresos, aumentar el número de empleos y crear espacios adecuados para un mundo más conectado.

Autor – Javier Orta